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Editorial - mayo 2013

Miradas retrospectivas del arte chileno contemporáneo: sed de archivo y reescrituras de la historia

por Carol Illanes

La investigación histórica del arte en Chile, en forma de curatorías, publicaciones, seminarios y proyectos de diverso perfil, ha inundado la escena artística en los últimos años. Confluyen en ello diferentes variantes, las que dieron a este quinto número de arteycrítica.org la oportunidad de pensarlas desde su contingencia.

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En cuanto a la voz que prescribe ‘debes resistir (en la misma medida que debes pensar o escribir)’, implica desde luego que el problema del tiempo presente no es en modo alguno comunicar, lo que retiene la atención y constituye una cuestión es más bien lo que presupone esta prescripción: ¿qué o quien es el autor (el destinador) de ese mandamiento? ¿Cuál es su legitimidad? Es para pensar que esta orden ordena que la cuestión se deja abierta, si es cierto que ese “debes” preserva y reserva la venida del futuro según su carácter inesperado.

Jean-François Lyotard, Lo inhumano. Charlas sobre el tiempo

I

A finales de marzo del presente año, las investigadoras del proyecto “Reactivación del Archivo Guillermo Deisler”, dirigido por Mariana Deisler Coll, dictaron un par de seminarios que tuvieron por objetivo socializar la iniciativa que busca inscribir un material inédito del artista compuesto por más de 10.000 objetos (entre obras, correspondencia, documentos y publicaciones). Mediante ésta, entendí, sería posible hacer aparecer variados antecedentes que nos obligarían a repensar las experimentaciones del arte en dictadura, principalmente, el carácter pionero o único de algunas de sus manifestaciones.

Por otro lado, el 25 de abril la artista Voluspa Jarpa realizaría un conversatorio a propósito de su libro Historia Histeria que recopila una parte importante de su trabajo. La instancia estaría enmarcada en la discusión de las condiciones de visibilidad y escritura del relato histórico chileno, y su relación fáctica con los aparatos económicos y de poder. En ambos eventos, el primero (optimista) desde la investigación historiográfica, el segundo (fatídico) como herramienta para la producción de obra, tenían al dispositivo archivo como protagonista, como posibilidad inicial de una obsesión por transparentar el pasado reciente. El “paradigma del archivo” como lo ha denominado Anna Maria Guasch, sin embargo, no tiene relación con el pasado; enfatiza el lugar activo del presente en tanto le da forma a ese pasado. La condición archivable del archivo, dirá Derrida, lo proyecta como una cuestión del futuro en sí mismo.

II

La investigación histórica del arte en Chile, en forma de curatorías, publicaciones, seminarios y proyectos de diverso perfil, ha inundado la escena artística en los últimos años. Confluyen en ello diferentes variantes, las que dieron a este quinto número de arteycrítica.org la oportunidad de pensarlas desde su contingencia.

Los ejemplos que permiten leer esta “tendencia” son abundantes. La exposición “70/80 Memoria y Experimentalidad” en el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal durante los meses de junio y septiembre del 2011 (que incluía un extenso y dedicado montaje de archivo), el Concurso de Ensayos CEDOC Artes Visuales, las conversaciones “Activación de la Memoria MSSA”, el proyecto “Documentos del arte latinoamericano del siglo XX” y su plataforma web www.documentosartechile.cl, el relanzamiento del catálogo de “275 días”, incluso el programa de televisión “Maestros de la Forma y el Espacio” emitido por ArTV.

Así, pareciera que, ya cansados del “lugar común” de la carencia de historia del arte local, diversos actores se han dedicado a la creación de espacios (teóricos, discursivos y físicos) que miran el pasado reciente con el fin de contribuir a su subsidio y su revisión, pero también a su reescritura y, por que no, a su destrucción. Un trabajo simultáneo en diferentes blancos, que ha ido lentamente desplazando el desalentador “todo por hacer” que muchos escuchábamos en nuestra formación como futuros “estudiosos de las artes”.

III

Digo diferentes blancos porque esta tendencia ocurre tanto desde voces jóvenes como desde las ya consagradas y tanto para comenzar a administrar el múltiple abanico de manifestaciones del arte actual, como para seguir repasando los referentes que se han posicionado como tales: “se olvida para recordar, se recuerda por ausencia” decía José Nordenflycht refiriéndose a las melancólicas máquinas historiográficas.

Un ejemplo podría ser el que los organizadores del Salón de Estudiantes de la Universidad de Chile, inaugurado este año, por primera vez desde su origen, llevaran a cabo la creación de un archivo del Salón. La necesidad de inmortalizar no solo su proyecto curatorial sino el de las generaciones anteriores, habla de un momento importante para la relación entre arte e historia y políticas de archivo. Pero, sobre todo, comprueba que, el que la producción contemporánea local y el medio que la soporta se haya inclinado en los últimos años a la tarea de pensar su historia es un diagnóstico que, a la diferencia de otros, comienza a tener consecuencias prácticas.

La complejidad de ello, sin embargo, viene también desde diferentes blancos. Las consecuencias de que adquieran real importancia los procesos de construcción del relato histórico, no se hayan solo en la destitución de los otrora discursos hegemónicos, así como también las diversas homogeneizaciones de las que son responsables: el aburrimiento que han causado las cacofonías de ciertos nombres y periodos ha obligado para bien a la teoría local a buscar más horizontes, muchos de ellos carentes de espacios o recursos para concretarse (la moda del estudio de la cultura de la Unidad Popular, no es otra cosa que el resultado del empalago que ha llegado a producir el nombre avanzada).

Por otro lado, lo que le daba una historia a la historia del arte chileno, sus fábulas sociopolíticas, han ido aparentemente disolviéndose a causa de la primacía de lo internacional, que pone en crisis la noción de contexto local (la dictadura incluso, como dice Sergio Rojas, puede hoy asimilarse como parte de la posmodernidad globalizada del capitalismo, es decir, como un acontecimiento internacional).

IV

Hace bastante que son malos tiempos para la disciplina de la historia del arte. Y no hablamos solo de la inmanente ruptura que la modernidad artística le habría suturado. Si bien identifica la destrucción de la linealidad histórica, no hablamos del fin del arte de Hegel, revisitado por la neovanguardia y la profusión de los lenguajes posmodernos, sino de aquello que la historiografía ha repasado con temores desde que esas sentencias no pudieron irse jamás.

La supuesta crisis de la disciplina de la historia del arte lleva varias décadas circulando en el debate académico, propulsado con fuerza luego de que Hans Belting anunciara su fin, allá en los años 80. Una crisis que paulatinamente irá, por un lado, relevándole responsabilidad a la crítica (y a la tarea filosófica, había dicho Danto) y, por otro, haciendo que la obra de arte contemporánea, la compleja y desbordante obra de arte contemporánea, abriera su espacio de estudio al de la visualidad (ampliación que dio origen a los Estudios Visuales).

En resumen, si algo hizo el arte contemporáneo, ante el fracaso de la “ciencia” de la historia que intentaba asimilarlo, fue democratizar las formas en que éste fuera abordado, cuando quedó exhibida su condición retórica, ficticia y provisoria. Como apunta Sergio Moyinedo en su ensayo historia=Historia=Historiografía “no es posible el acceso a los hechos del pasado por fuera de su constitución textual bajo las restricciones de las narrativas históricas vigentes en el momento de la aprehensión de algo como obra”.

Vaya lío. Pero, ¿qué destino corre entonces el frenesí actual de revisitar el pasado ante un terreno tan sombrío –lúcidamente sombrío– como el de la historia? Quizás nos sirva cambiar la perspectiva del asunto: la interdisciplinariedad en los estudios académicos, la figura del curador independiente en el campo internacional, el rol curatorial en la inscripción de relatos y, a su vez, el del catálogo en relación a la editorialidad de los textos sobre arte (estos dos últimos puntos se apoyan en la idea de que exposición sin catálogo por ejemplo preescribe hoy su evanescente, por no decir inexistente, destino), pero también las publicaciones con marcos de larga duración y el lugar del archivo que ha ganado en la labor curatorial , entre otras consecuencias, han permitido que el escenario aparezca como “disponible”, a ratos abrumadoramente. Fracaso como potencia, es una verdad que lo supo muy bien la crítica de arte desde sus inicios, no así la historia que todavía la aprende a empujones.

Dicha apertura, sin embargo, sería miel sobre hojuelas si existiera un respaldo institucional que permitiera consolidarlo (resulta difícil no tocar siempre el “lugar común” de la carencia). Y es allí quizás donde reside un sentido político en toda esta sed de archivo.

V

Este dossier de arteycrítica.org pretende abordar algunos de los problemas de las incidencias que estas expansiones han producido en la escena artística local. Dos de los textos que lo componen atenderán exposiciones retrospectivas recientes. La crítica “Tinta corrosiva y papel que se deshace: la retrospectiva a Langlois Vicuña en M100″ de Catalina Urtubia, se detendrá en la actualidad de este referente del arte chileno a partir de las herencias conceptuales y formales, así como también algunos de los factores que influyen en su recepción. Por otra parte, en la crónica “Sobre ‘Un desafío a la luz’ en el Museo Nacional de Bellas Artes”, de manera incisiva, Andrea Lathrop cuestionará las prioridades institucionales e insolvencias curatoriales de la muestra del artista danés Asger Jorn.

Siguiendo con el análisis de las condiciones de exhibición de las muestras que rescatan personajes significativos, Juan José Santos, reflexionará sobre las operaciones de reificación cuando los objetos biográficos ingresan en el marco museístico; lo privado y lo público y sus traspasos generados en el culto a la imagen son algunos de los asuntos advertidos en “Retrospectivas Introspectivas”.

El lugar de la institución, desde la perspectiva de la investigación en proyectos de levantamiento de archivos, será tocado también por Natalia Majluf en la entrevista realizada por Belén Bascuñán, donde reflexiona sobre las posibilidades que la instauración de redes de trabajo internacionales podrían permitir al fomento de la investigación, a propósito de dos de sus proyectos. En “Fe en el sur” de Matías Allende, encontraremos la revisión a un proyecto que va en esa línea, la muestra “Athanasius Kircher: La Imagen Barroca en la Biblioteca Nacional” exhibida el pasado año, que presentaba una experiencia estética del complejo conocimiento del alemán Kircher. El autor repasará las distancias actuales con la empresa religiosa científica que en el siglo XVII planeaban comprender la complejidad del tercer mundo.

Desde el cine, en su ensayo “Acontecimiento y memoria en algunas películas del cine chileno reciente”, Lathrop aplicará la revisión retrospectiva a aquellas piezas de la producción cinematográfica chilena que, mediante tópicos que tocan la memoria local, participan de la construcción de identidad a partir de las fracturas que en la subjetividad individual a ejercido la historia política.

Pero la mirada retrospectiva también es analizada en este número a partir de la producción editorial de textos sobre arte. Lucy Quezada se detendrá en la segunda publicación del grupo Estudios de Arte “La construcción de lo contemporáneo”. En su crítica “El Estado del pasado” la autora se detiene en algunos de los contenidos del libro sobre la enseñanza artística, principalmente el rol del Estado que en otros tiempos era posible visibilizar respecto a la Academia. Por otro lado, en la entrevista realizada a Gaspar Galaz por Daniel Reyes y quien escribe, el historiador cuenta el estado y proceso del libro “Chile Arte Actual II” insistiendo en la complejidad de asimilar la diversificada y extensa producción artística joven; un contexto diferente al que en otros tiempos les tocó a él y a Milan Ivelic historizar.

Nos aventuramos entonces en la tarea de pensar una contingencia, una que proyecta aperturas significativas en la producción curatorial y escritural de la escena artística local. El primer pie forzado será también el último: la nulidad de la distancia para su reflexión, es decir, el carácter extremamente contemporáneo de dichas aperturas y la conciencia de que la historia del arte no es lo que ha sucedido, sino, como dice Sergio Moyinedo, ese algo que está todo el tiempo sucediendo.

Categoría: Editorial

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