Arte y Crítica

Entrevistas - febrero 2015

Los caminos, atajos y desvíos de Teddy Williams

por Antonia Girardi

Eduardo “Teddy” Williams, argentino de Buenos Aires, 28 años, pasó esta primavera por la XXI versión del Festival Internacional de Cine de Valdivia. 5 de sus cortos estuvieron ahí. Trabajos que en teoría dan cuenta de su paso por la Universidad del Cine y por Le Fresnoy, obras que más bien lo sitúan como un cineasta de lo salvaje, de lo que se escapa de los parámetros institucionales del entender y el recordar.

* Durante un mes, especialmente para Arte y Crítica, Teddy Williams ha dejado públicos dos de sus cortometrajes: “Pude ver un puma” (Mejor cortometraje Bafici 2012, Nominado en Cannes Cinefondation 2012) y “Que je tombe tout le temps?” (Seleccionado en la Quincena de Realizadores, Cannes 2013).
No se los pierdan!

Perderse, no entender, olvidar

Antonia Girardi: En tus cortos utilizas mucho la cámara desde arriba, en picado, eso da la sensación de estar asomándonos a un mundo. ¿Podrías hablar un poco de esos ‘mundos’ que se van abriendo?

Teddy Williams: Siempre tengo la sensación de espiar una situación, de querer hacer una película como si estuviéramos espiando algo; por eso a veces las cosas empiezan cortadas y terminan cortadas. Eso hace pensar que las cosas ya estaban pasando y van a seguir pasando, como si hubieses entrado a mirar una parte.

A: ¿Crees que esa manera de ‘espiar’ varía en tus cortos?

T: Creo que un corto siempre responde a otro. ¿Viste que Pude ver un puma (2011), por ejemplo, tiene ese lugar muy espectacular, esa ciudad en ruinas por donde los personajes caminan? En los cortos siguientes, intenté ir a lugares más “normales” y hacerlos extraños con la película.

A: También me parece que tiene más indicaciones argumentales para saltar de un espacio a otro que tus cortos posteriores. Hay un personaje que se cae de la pandereta, se duerme y después aparece en ese espacio enrarecido, como si fuese un sueño, pero da la impresión de que la caída simplemente permite el paso de un espacio a otro. ¿Qué crees que descubriste haciendo este corto?

T: No me gusta la idea de que él duerme y entonces pensamos que lo siguiente es un sueño. Para mí es como lo viste vos, una continuación, una sucesión de acciones y espacios. En Que je tombe tout le temps? (2013) , quise hacer algo similar en cuanto al tratamiento del espacio, pero exacerbando los cortes, lugares muy desconectados que en el corto adquieren una conexión; pasamos de Francia a Sierra Leona, vamos y venimos.

A: Otra cosa que me llamó la atención es que tus cortos están llenos de teorías. Mucha información, datos medios freak, inventados o sacados de internet y, al mismo tiempo, ciertos relatos más literarios: poemas y fragmentos de novelas. Por ejemplo, el texto que uno de los chicos lee al principio Pude ver un Puma, en la azotea ¿es un poema?

T: Es de una novela que se llama Zama, de Antonio di Benedetto.

A: Me preguntaba por la forma en que esos fragmentos de discursos literarios se entrelazan en tus cortos con teorías extremadamente diversas. Hay todo un mundo que va creciendo, donde lo literario está al mismo nivel de esas informaciones y de esos códigos de amigos.

T: Creo que hay algo de las teorías y de la excesiva información que me gusta. Por un lado te sentís perdido, porque es demasiado y todo es cierto y no es cierto. Encontrás información que parece de otro mundo, pero que resulta ser muy normal. Eso también tiene que ver con internet. Es una nube de cosas que te abruman, pero a la vez me parece buenísimo que haya tanta posibilidad de todo. Por eso las represento y las comparto con los demás, porque a veces tenemos un cierto camino muy trazado, y no te das cuenta de que existen cosas que pueden parecer absurdas o tontas, pero que son reales también. Respecto a la mezcla de lo literario y la información, yo pensaba en las teorías y después en lo literario por otro lado, pero me gusta la idea de que esa convivencia surja naturalmente. Las historias, los cuentos, los datos, no sabés si son inventados o no y no importa. Finalmente, entendido en un sentido amplio, lo literario es un motor importante para pensar los cortos, para darme ganas de filmar.

A: Uno podría decir que en tus cortos, así como con lo literario, los bosques y las ciudades destruidas aparecen, ¿de dónde crees que viene esa fascinación por el aparecer?

T: Creo que esos espacios que aparecen, responden a una necesidad muy concreta, en un momento en que me sentí abrumado por lo que la sociedad me llevaba a ser. Son una suerte de escape hacia la variedad, la variación y la diversidad en todo sentido. Tiene que ver con ser consciente de la disponibilidad de puntos de vista, de que tenés millones de posibilidades, en todos lados, en todo lo que ves, e intentar transmitirlos. El cambio abrupto y la variación de temas me dan aire. Alguna gente que vio los cortos me dijo que le daban un sentimiento de libertad, y supongo que ahí aparece la misma necesidad que tengo yo, de creer que todas las teorías son reales, o de que no importa si son reales o no.

A: En un diálogo de alguno de tus cortos los personajes hablan sobre lo increíble que es llegar a un lugar y no entender nada…

T: Tuve esa sensación cuando empecé a viajar con los cortos, pero es algo que ya estaba tratando de hacer en los cortos anteriores. En general, el no entender está muy desvalorizado, “hay que entender”. Pero para mí el no entender es algo que me da felicidad, porque siento que todavía hay un camino por andar. No me gusta ver una película para entender algo, sino al revés, para no entender. Siempre que te atrape, obviamente, si te quedas afuera de la película no te pasa nada, pero creo que es importante proponer una valoración positiva del no entender. Si entendés todo, nunca vas a pensar nada nuevo, nunca vas a descubrir algo, ni acceder al mundo de la fantasía, de la aventura. Y después, bueno, con los viajes esta idea es más concreta, ¿no?, con el tema de los idiomas. Por eso con Toi quen roi! (Me olvidé!) (2014) me fui a Vietnam. Para estar ahí no entendiendo, o entendiendo, sin importarme no entender. Mucha gente me dice “no entendí nada pero me gustó”, y eso me parece que es algo bueno para la vida también. Cuando hay un vacío, significa que podes ir por ahí y ocupar un espacio, aunque sea algo mental.

A: Lo que me parece muy potente visualmente, es que ese ‘no entender’ en tus cortos está asociado a espacios muy concretos. La ciudad apocalíptica o en ruinas de Pude ver un Puma, o esa secuencia tan extraña del túnel subterráneo donde se reúnen los chicos en Que je tombe? ¿Qué podrías decir de tu relación con esos espacios?

T: Me interesa poder asociar el ‘no entender’, que podría entenderse como algo muy volátil, mental o poco físico, con algo muy concreto. Así lo veo yo también: eso que parece muy abstracto y muy difícil de explicar, también es parte de lo concreto. Entonces intento usar algo normal, o algo cotidiano para crear esa sensación de extrañeza. Cuando pongo dos espacios juntos muy diferentes, a veces no sé bien qué va a resultar, me gusta experimentar con el choque. Pero ese choque creo que tiene que ser con cosas comunes. Me parece que cuando lo abstracto está solo con lo abstracto, o cuando el no entender es puro no entender, se pierde el interés. Me gusta cuando el no entender está metido entre diálogos de jóvenes, en diálogos de amigos. Esa sensación o esa idea tan abstracta, que a veces puede parecer complicada o exclusiva, que puede parecer muy ‘del pensador’ para mí es algo de todos. De la juventud, de internet, de caminar por la ciudad, de la vida común. Aunque no estés consciente de eso podés estar practicándolo en algún punto, ¿no? Como estos chicos que están muy en la suya, mientras la película los sigue.

A: La cámara a ratos los deja ¿no?, se resta, deambula por otros lados.

T: Sí es un poco independiente, y eso tiene que ver con lo que hablábamos antes, de espiar algo. Espío algo, por ahí la cámara comenta algo con un movimiento, o decide irse, no sé por qué. Lo de la cámara es algo cerebral, a veces prestás atención, a veces te distraés, mirás otra cosa, y a veces volvés.

A: Se siente bien viva la cámara, respira, se desconcentra, duda…

T: Viva, sí, eso me gusta, es como una persona también en algún punto, pero no llega a ser exactamente un personaje. Es más mental, no me interesa que se sienta la persona que tiene la cámara, más bien, que transmita los movimientos del pensamiento, esa dinámica de la concentración y la desconcentración; observar una cosa y después irte, o a partir de eso pensar en algo diferente.

Fotograma "Pude ver un puma", Teddy Williams.

Fotograma “Pude ver un puma”, 2011, Teddy Williams.
VER: https://vimeo.com/54110254

Los juegos juegos que fueron o pueden ser terribles

“Pude ver un puma y creerlo estático e inofensivo como una decoración, muy liso, sin detalles, como si no tuviera garras ni dientes, como si las curvas de su cuerpo no denunciaran elasticidad para el salto, sino docilidad y blanda disposición para alguna mano cariñosa. Por este puma no visto pude pensar en los juegos que fueron o pueden ser terribles, no en el momento que se juegan, sino antes o después” Zama, Antonio di Benedetto, 1956.

A: Recordando el pasaje de Zama que introduce Pude ver un Puma, quería preguntarte por un tema que parece ser bastante transversal en tus cortos: lo salvaje. Esta idea de que los personajes andan en banda, movidos por algo medio animalesco, de jauría. ¿Crees que esto tiene que ver también con tu manera de pensar y plantear el proceso de hacer tus cortos?

T: Creo que salvaje es una buena palabra, tiene que ver con comportarse de manera medio animal, medio instintiva, medio orgánica, con el ir haciendo y confiar. En Vietnam, por ejemplo, no sabía muy bien qué iba a hacer, ni tampoco si lo que estaba filmando servía para el corto. Todo se decidía en el momento, mientras ellos hacían lo suyo yo me las arreglaba para ver qué hacer con la cámara. Siento que de ahí puede salir algo, porque si es puro pensamiento, no me hace sentido. El otro día pensaba: no sé si en el futuro tendré algo más sistemático o un pensamiento para compartir, pero por ahora, más que una cosa concreta, lo que quiero compartir es algo relativo al instinto, una manera de vivir; un poco de salvajismo, esa cosa medio animalesca mía y de los chicos.

A: En los diálogos también está muy presente el cuerpo, en un momento alguien dice que es de ‘la religión de la digestión’. ¿Cómo crees que se relaciona el comer, el cagar, el vomitar, con los caudales de información y las teorías que circulan por tus cortos?

T: Pensar en la digestión me ha servido para explicarme la manera en que abordo las cosas; la información y todas las cosas que consumo. En algún momento sentí que lo que me salía hacer era eso: comer las cosas, consumirlas, disfrutarlas y dejar que fluyan. Creo que esto grafica mi manera de hacer los cortos. En la universidad, en los ámbitos académicos, hay cierto imperativo de tener que recordar, de almacenar, como una computadora. Creo que es útil en cierto mundo, pero a mí no me nace. Quizás soy muy extremista, pero a veces no me acuerdo ni qué película vi, ni qué película me gustó. La como, la digiero y ya no me acuerdo, pero sé que ya es parte de mí, y que gracias a eso soy lo que soy. Antes pensaba que era culpa de la computadora, como gracias a ella yo no necesitaba guardar nada, quería hacer cortos que no acumularan información, sino, que digirieran. A mucha gente que ve mis cortos les pasa lo mismo, les gustan pero no saben qué vieron; no se acuerdan qué parte es qué parte, o no saben bien qué pasó, pero saben que pasaron por eso. Tiene que ver con el salvajismo del que hablábamos, confiar en que si uno pasa por algo, eso te queda, y es parte tuya, y ya. No necesitás acordarte de todo, no todo es la memoria. Me gusta valorar ese instinto de lo que fluye, creo que abre más posibilidades. La memoria me parece algo muy duro a veces, como si comieras algo y te quedara una bola en el estómago.

A: Y en relación a este ‘no recordar’, ¿esas situaciones en que los personajes se pierden y aparecen en lugares que los llevan a otros lugares, aluden a su vez a eso, o no?

T: Si, los personajes siempre están avanzando, yendo hacia algún lugar; por un lado no pasa nada y por otro lado, siempre está pasando algo, pero al final nunca hay una llegada ni una conclusión. En Pude ver un Puma podría parecer que hay una conclusión, pero al final, cuando están llegando a un lugar, vuelve a pasar algo que te deja muy confuso. Hay algo de llegada y de conclusión, pero a la vez, el ver al chico caerse y desaparecer te deja más preguntas que una sensación de conclusión. En esa búsqueda de los chicos, aparecen cosas que llevan a otros temas, y estos temas a otros. Entonces la búsqueda termina tomando más la forma de una nube, que de un trayecto lineal o concreto. Para la estructura a veces uso la idea de trayecto, pero intento que se vaya difuminando gracias a la irrupción de otros espacios, gracias al montaje, gracias a los diálogos.

A: En Me olvidé!, al final, cuando la cámara está volando y se aleja cada vez más, un personaje dice que se le están abriendo los poros de la piel. Ahí pensé en Tan atentos (2010), uno de tus primeros cortos donde el foco está en los rostros, los fragmentos del cuerpo y las texturas de la piel.

T: Hay algo muy físico en los cortos y en particular en ese, pero no sé…, yo creo que voy muy a lo físico, pero para ir a otro lado. Es esa conexión de la que hablábamos entre lo común y lo extraño, o lo abstracto y el lugar concreto, que tiene que ver con el cuerpo.

A: Claro, en esa escena de Me olvidé! la cámara está tan lejos que la imagen se va transformando en un mapa, en un dibujo, mientras que con el diálogo volvemos a ese preciso punto del cuerpo, el poro.

T: Me gusta esa convivencia, me parece que se crea un balance bueno. Estar viendo algo muy abstracto y hablar de algo muy concreto del cuerpo, o específicamente en Tan atentos, partes del cuerpo recortadas en la noche, con los chicos hablando. Necesito balancear una cosa con otra, lo abstracto con lo físico. Lo que quisiera decir con eso es que todo es un poco lo mismo, que lo abstracto está en lo físico y viceversa.

A: En Pude ver un Puma vemos el proceso de revelado medio misterioso de una fotografía en el agua mientras los chicos caminan por la ciudad inundada. Da la sensación de una estética futurista pero a la vez arcaica que atraviesa todos tus cortos. ¿Sientes que tienes algún grado de romanticismo con la tecnología?

T: Sí, hay algo de futurista y de arcaico. La tecnología tiene que ver en todo, siento que de tanto usar la computadora, modeló mi cerebro. Me interesa representar el mundo de la tecnología sin necesariamente tener la computadora presente. Para mí, en todas las escenas hay una influencia muy grande de la computadora y del videojuego, esa cosa medio aventurera y de cambio de espacios, de ir por diferentes niveles. Algo de eso que modeló mi cerebro y por eso ahora las imágenes que salen de mí son de ese tipo. Asimismo, los diálogos para mí son muy del chat, los personajes hablan de eso en los cortos también.

A: Claro, esa conversación en Pude ver un Puma sobre la dificultad de hablar en directo…

T: Esas son cosas que efectivamente me pasaban. El hecho de usar la computadora o de jugar videojuegos influye hasta cuando voy caminando por la calle. Te da otro tipo de imaginación y de relación con los espacios. En la computadora es muy así, como en los cortos, podés cambiar de un mundo a otro inmediatamente. Están todos los mundos juntos, dentro de las ciudades también, en una parte del corto de Vietnam Me olvidé! los chicos están en las plantas, es un paisaje muy salvaje, natural y después está todo lleno de motos. Hay algo de eso que me intriga y me parece misterioso y lindo a la vez. Al final todo parte de sentirse un poco ahogado, supongo que tiene que ver con la adolescencia; también por eso creo que hago cine, para no caer en la vida más típica para la cual me prepararon en el colegio.

A: ¿Crees que esa multiplicación de las posibilidades se relaciona también con el tratamiento algo documental de tus cortos?

T: Creo que esa conexión con la vida es algo que siempre he buscado. En los primeros cortos me faltaba ese anclaje con lo cotidiano, un acercamiento más directo a lo real como la sensación que podés tener cuando ves una ciudad llena de gente, a pesar de que en algún sentido eso estaba representado en la actitud de los personajes. Intenté ir hacia allá, hacia una imagen más sucia, más directa, para mezclar ese elemento fantasioso y aventurero que está en mis primeros trabajos, con esa sensación de realidad. Ahora, al mirar todos mis cortos, me gustan las diferencias, me parece que de todos hay algo que me gustaría rescatar, para seguir.

Fotograma "Que Je tombe tout le tempes?, 2013, Teddy Williams.

Fotograma “Que Je tombe tout le tempes?, 2013, Teddy Williams.
VER: https://vimeo.com/64024462

A: ¿Y hacia dónde te gustaría seguir?

T: Hay algo de la manera de filmar que descubrí en Vietnam que me gustaría llevar a Buenos Aires, y ver qué pasa. A veces la experiencia te va ayudando a tener nuevas maneras de hacer. Me gustaría incluir un poco de esa narrativa más literaria, pero también el impulso documental, de perseguir a alguien sin saber a dónde vas. El tema del cambio de espacio, de país y de idioma también me interesa. No quisiera hacer un retrato de Argentina o de Buenos Aires, ni de Vietnam; más que hacer un análisis político o geográfico concreto, me pregunto por qué pasan algunas cosas de una manera más general. Me gusta que todos los cortos, juntos, configuren un territorio, por eso nunca se habla en ellos de qué países son. No me interesa el nacionalismo.

A: Es interesante eso, uno realmente no sabe dónde está, ese túnel subterráneo o esa ciudad apocalíptica, son como una especie de no lugares, de lugares otros.

T: Me gusta eso de no saber dónde estás, o de no saber qué estás viendo. Creo que el ejemplo más claro es en Pude ver un Puma, la secuencia de las ruinas, donde los chicos pasan por ahí y no comentan nada sobre eso; para nosotros es algo terrible y para ellos es común. No entendés si es verdad lo que pasa, o si es algo mental. Eso es lo que trato de hacer, tener una escena donde eso sea muy nítido, como un concentrado de extrañeza, y después, intentar transmitir ese espíritu a todos los espacios y todas las situaciones del corto. La intención es hacer dudar de todo lo que ves, o tener conciencia de que lo que ves es una reproducción mental tuya. Busco, en definitiva, que no sólo en las escenas más fantasiosas se experimente esa extrañeza, sino también en escenas como la de un chico en un jardín cortando plantas. El túnel que aparece en Que caigo?, lo descubrí de la misma manera que el chico, fui a comer a esa casa y descubrí eso: es algo muy real y muy fantasioso al mismo tiempo. No lo podés creer y a la vez es algo concreto, algo histórico…. todo puede tener una explicación si querés. Otra cosa que me interesa es la dinámica de sorprenderse y aburrirse. Busco que haya momentos de sorpresa, momentos espectaculares, para que después esas escenas vayan mutando hacia algo más aburrido. Lo que al principio era increíble, la escena de las ruinas en Pude ver un Puma por ejemplo, un decorado de Hollywood por poco, con el tiempo pensás: “ya está, ya me quiero ir de aquí”. Me gusta ese cambio en las películas, me despierto, me duermo, me despierto; es algo que me permite ir y venir…

A: Las desconcentraciones de la cámara de las que hablabas…

T: Exacto, y eso me parece muy bueno, porque también te permite relacionar más la película con vos (por ahí es la manera en que miro yo las películas, porque naturalmente me pasa eso de concentración y desconcentración). Me parece bueno irse de la película a tu cabeza, porque a la vez, gracias a la película pudiste ir ahí en tu cabeza y después volver. Me gusta esa dinámica, creo que le da cierto movimiento al corto.

A: Respecto al movimiento, pensaba en la agilidad de los personajes, esta cosa medio performática de correr, saltar, versus esos tiempos más muertos.

T: Claro, cuando te sorprendés estás más conectado con lo físico, con la sensación de sorpresa que es más física que mental, y después eso se va y te vas yendo a una cosa tuya, pensando, te empezás a meter más en tu cabeza que en la pantalla tal vez.

A: Hay una política de darle libertad al espectador…

T: Sí, eso, dejarlo, después atraparlo o intentar atraparlo, después dejarlo… como un gesto hacia el espectador y hacia mí también.

A: ¿Como una amistad?

T: Sí, como una amistad (risas) Las amistades me gustan así, libres. Dejarlo ‘abandonado’ es algo bueno, un gesto de cariño hacia él.

A: Raúl Ruiz dice algo parecido, hace un elogio del aburrimiento en el cine.

T: Me gusta el aburrimiento, me gusta combinarlo con la espectacularidad. En Pude ver un Puma, al principio pensaba que a todos les gustaba ese corto sólo porque las ruinas son como muy flasheras*. En ese entonces me peleaba con eso, pero he descubierto que me gusta eso de usar un “anzuelo” para atrapar. Tratar de atraparte, meterte y después dejarte ahí como medio abandonado. Me gusta que las películas hagan eso conmigo, que me metan y después me dejen un poco solo también, para darme autonomía, para darme libertad, para no sentir que sólo me agarran y llevan amarrado por todos lados, como con una correa.

*Dícese de algo que encandila y hace tomar una cosa por otra, distorsionando la realidad.

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