Arte y Crítica

Ensayos - mayo 2013

Retrospectivas Introspectivas

por Juan José Santos

Salir del terreno de lo privado y saltar a lo público es precisamente lo que hacen las “retrospectivas introspectivas”. Porque el problema viene cuando objetos personales acaban en una vitrina y se convierten –por arte de aura– en generadores de fascinación.

Con lo mejor de ti
un mundo nuevo me construí
a fuerza de reunir
objetos que robé de ti
(“Lo mejor de ti”, Gabinete Caligari)

Confieso que he ido… A un Nerudabucks, una de esas casas-museo-franquicias (con la cara de Pablo como icono correspondiente) que siembran Chile, viendo fotos de Neruda en Sri Lanka, Neruda comprando en un mercado de Brasil, Neruda con Picasso, Neruda con boina, Neruda con su perro Nyon, Neruda con un zapato en la cabeza. Luego divagué por la casa, por su dormitorio, por su cocina, por su terraza, hasta que llegué al water de Neruda y me senté durante un buen rato (para pensar). Lo que me atribulaba no era el hecho de que hubiera tantas casas museo de Neruda como santuarios de la virgen. Hay que defenderlas aunque sólo sea por evitar la demolición de un edificio histórico y su sustitución por otro lego de cemento. Lo que trataba de aclarar era si el haber visto todos esos objetos personales de un artista o escritor enriquece la aproximación a su obra.

Del “todos somos artistas” pasamos al “todos somos curadores”. Guardamos un pequeño museo portátil de objetos: cartas, pulseras, collares, entradas de cine, mechones de pelo. Una colección de fetiches mágicos que, en algunos casos y por una sobre-acumulación, acaba generando síndrome de Diógenes. Una retrospección introspectiva que nos ayuda a recordar bellos momentos. Tocamos los fetiches y gracias a su materialidad despejamos toda duda; sí, efectivamente, aquello ocurrió. Un refugio anti-posmoderno, postulando a la eternidad (en el sentido de una intencionalidad hacía lo perpetuo, tal y como analiza Boris Groys en su Política de la Inmortalidad) cuando la tendencia es hacia la “muerte de la inmortalidad” provocado por el cambio en el régimen escópico y la naturaleza de la e-imagen, idea planteada por José Luis Brea (Cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica).

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

La artista Sophie Calle ha trabajado con los objetos biográficos insertados en el espacio museístico. En “La Visite Guidée” (Museo de Arte Decorativo Boysmanns- van Beuningen de Rotterdam, 1995) expuso diversos elementos extraídos de sus vivencias personales, de la historia de su madre, la relación con su ex-marido, etc., y los mostró junto con obras de arte de la colección del Museo. Un cubo de plástico se exponía en una vitrina entre varias cerámicas medievales. El Museo activaba una operación de mistificación similar a la sacralización de los objetos supuestamente personales de los santos y las vírgenes en las iglesias. El universo autobiográfico de Sophie Calle se presenta como una lucha contra la caducidad de la memoria.

Salir del terreno de lo privado y saltar a lo público es precisamente lo que hacen las “retrospectivas introspectivas”. Porque el problema viene cuando objetos personales acaban en una vitrina y se convierten –por arte de aura– en generadores de fascinación.

Se trata de una práctica muy común en exposiciones que pretenden reificar históricamente a una figura, como a un escritor, un cineasta o un músico. La mayoría se dirige hacía una inflación de prestigio de la figura protagonista. Dando más importancia a eventos o anécdotas privadas que a la carrera profesional del representado. Es una iniciativa anacrónica. Ernst Kris y Otto Kurz diseccionaron en su libro La leyenda del artista la repetición de patrones a la hora de adornar la biografía de los artistas medievales. El paralelismo artista-héroe era explotado , con el fin de elevar su rango social e insertarle en la historia del arte. De nuevo la obra quedaba en un segundo nivel.

Ciertas retrospectivas introspectivas pretenden imitar esa táctica. El “vitrinismo” es una técnica rentable “de puertas afuera”. De “puertas adentro”, pocos son los espectadores que disfrutan del visionado de documentos, objetos cotidianos, servilletas manchadas y demás parafernalia doméstica.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Cuando los objetos son la obra. Cuando la retrospectiva no es convocada para venerar a una persona conocida, sino a un anónimo. Cuando se ironiza acerca de los grandes homenajes individuales. Ciertos elementos paródicos fueron introducidos en las curatorias de Harald Szeeman*. Si no paródicos sí al menos revolucionarios y contestatarios.

La exposición individual que organizó en torno a los objetos y dibujos del campesino Heinrich Anton Müller tiene mucho de todo eso. Müller enloqueció tras el robo de una máquina que había diseñado para recolectar las uvas de las viñas. En su internamiento en un manicomio, elaboró máquinas inútiles pero con interpretaciones sexuales. Por sus similitudes con las máquinas de Duchamp, y arrastrado por la fascinación que esos objetos le provocaron, Szeeman decidió traer al mundo del arte esos inventos en una retrospectiva desafiante, y lo expuso en 1972 en la documenta 5 de Kassel, junto con obras de Jean Tinguely y Daniel Spoerri. El artista no era un artista. La obra no era una obra. Uno de ellos se titulaba igual que la famosa obra de Duchamp, Etants Donné. Era un telescopio gigante que observaba a una máquina deforme dónde Müller creía ver unos genitales femeninos. Todo esto da otra dimensión a la afirmación “inmiscuirse entre el objeto biográfico y su poseedor es siempre, en potencia o en realidad, una operación de voyeur” que nos menciona Violette Morin en el libro El objeto biográfico. Los objetos de 1971. Szeeman fue más radical con su Museo de las Obsesiones, organizando en un apartamento una exposición de objetos personales de su abuelo, que era peluquero. La tituló “Grandfather”.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

En Santiago de Chile aún se puede visitar la retrospectiva que ha organizado el Museo de la Solidaridad Salvador Allende a Lautaro Labbé. Excepcional, por un lado, por ser “la única posible” de un artista maltratado por motivos políticos. La pérdida, desaparición y destrucción de gran parte de su obra obligan a constreñirse a un breve número de piezas. Y es excepcional también por su naturaleza “terapéutica”. La retrospectiva de Labbé no se justifica por el volumen de obra, ni se justifica por la calidad de la obra, se justifica por una estrategia de re-significación. Es una retrospectiva política. Y si me permiten, merecida y necesaria.

A pesar de que cae en el comentado “vitrinismo”: se exponen documentos insustanciales en varias vitrinas con luz. El objetivo; colaborar en el demandado ajusticiamiento de la figura de Labbé. Pero no hay manipulaciones, como sí las hay en el Museo del Bicentenario de Buenos Aires. Lo expuesto allí es un recorrido, a través de vídeos, instalaciones y objetos personales, de la política pasada y reciente Argentina. La manipulación es ofensiva. Entramos en el campo de las retrospectivas despectivas.

Pongo el ejemplo más vergonzoso. En una vitrina encontramos una pluma estilográfica de oro de dieciocho quilates marca Bulgari, perteneciente a Carlos Saúl Menem y regalada por éste a Fernando de la Rúa. En la siguiente sala, se expone un birome bic negro, el clásico lápiz bic, medio mordido. Era el bolígrafo que usaba, desde que era gobernador en la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner. La operación me recuerda a las películas de acción de baja calidad en las que, justo antes de que aparezca “el malo”, una música de suspense adelanta su presencia. En ambos casos sabemos que hay un “bueno” y un “malo”, pero, ¿porqué nos tratan como a niños? Y que conste que yo, de ser algo (que no lo soy) sería kirchnerista, a pesar de la Kirchner. Pero ese culto a la imagen creada es bochornoso.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Retrospectiva de Lautaro Labbé, cortesía Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Tras varias horas de cavilaciones me levanto del water y me despido de Neruda, a través de la tienda de souvenirs de su casa museo. Podría comprarlo todo y abrir en mi casa otro Nerudabucks, una retrospectiva introspectiva ajena y artificial. Disfrazarme de Neruda y hacerme una foto con mi zapato en la cabeza. Aunque no creo que eso me dotara una capacidad poética como la de Pablo.

*La práctica de la crítica: el artista y el escritor críticos de arte, Asociación murciana de críticos de arte, España, 2006.

Categoría: Ensayos

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Hay 1 comentarios a Retrospectivas Introspectivas

  • Ignacio Szmulewicz dice:

    Juanjo, sugerente artículo sobre un tema que generalmente pasa desapercibido. Te dejo un columna de Estrella de Diego en Babelia (16 de marzo del 2013): “No es raro encontrar, en el paseo por ciudades europeas edificios que fueron casas de artistas o de escritores y que se han convertido en museos, lugares donde se rinde culto a la memoria y conmemora la obra de estos personajes ilustres. Sucede en Moscú, donde el visitante pasea curioso por el museo dedicado a Maiakovski, en cuyo último piso espera un cuarto cargado de dolor y de dudas: allí se suicidó -o fue asesinado, más bien- el poeta. Un escalofrío recorre de repente el cuerpo. Y sucede en San Petersburgo. En la Casa de Fontanka, en el palacio de los Sheremétev, el pasente e encuentra con Anna Ajmátova. Allí pasó parte de su exilio interior y hace años, en medio del invierno ruso, una guía conducía al viajero hasta los cuartos escuálidos, con objetos cotidianos desperdigados aquí y allá. Otra vez la emoción recorría las imaginaciones: la escritura debió redactar algunos de sus versos más trágicos en estas estancias (…) Me gustan esas casas-museo. Las envidio, sobre todo, pues entre nosotros no son tan abundantes, supongo que no sólo porque nuestro XIX y principios del XX fueron algo localistas y provincianos, sino porque como colectivo tenemos muy mala relación con la memoria y las conmemoraciones (…)”

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