Arte y Crítica

Crónicas - agosto 2013

Porque Lezama Lima siempre le gana a Hegel. Sobre la publicación del Seminario América 2941

por Carol Illanes

Lo que recuerdan los textos más o menos transversalmente es el porqué de esa relación infinitamente conflictiva que tiene América consigo misma a la hora de pensar su identidad y sus representaciones: “El colonizado no es una identidad cultural, es la expresión heterogénea en la imagen de formas y emblemas que se citan y rechazan mutuamente”

Justo cuando llegó a mis manos el libro del Seminario América 2941(2012), había visto Avatar en el TNT. Algo había escuchado sobre los temas que trató el seminario de la Universidad Católica de Valparaíso y algo había escuchado sobre el malestar que despertó en algunos la película. Estaba entonces, por un lado, pensando a qué me enfrentaría respecto a la gran pregunta “¿Qué es Latinoamérica?”, que ha sido en sí misma parte de su especial historia (como siempre el inicio y el final del debate) y, por otro, pensando (y googleando) sobre el neoimperialismo y el mesianismo reprochado en la película que más millones ha recaudado en la historia del cine.

En torno la pregunta “¿Qué es Latinoamérica?”, al problema de la memoria y la identidad vinculado a las artes visuales, me había quedado en algunas de las hipótesis que hace unos años circulaban, principalmente dirigidas hacia la relación alteridad y mercado (tengo un librito de compilación sobre América Latina y cultura global, añejo ya, pero que siempre uso para recordarlas). Uno podía ver ese camino de enojados que empezaba en Mari Carmen Ramírez terminando más o menos en Gerardo Mosquera, que nos recordaba cómo el capital siempre encuentra la forma de devorar la diferencia (de hecho “omnívoro” le decía Joaquín Barriendos al neoliberalismo”) en medio de dinámicas llenas de paradojas y sin salidas en el circuito del arte internacional.

Nury González, "Mercado Negro del Jabón", 1999, cortesía Amalia Cross.

Nury González, “Mercado Negro del Jabón”, 1999, cortesía Amalia Cross.

Un camino que se actualizaba en las astucias de ir superando cada vez las categorías asociadas al folklore, lo vernáculo, al realismo mágico, a la alteridad, lo barroco, entre otras. Y Žižek había escrito un breve texto sobre Avatar, llamado El retorno de los nativos. En él se detiene en subrayar los dos mundos figurados en la película, el mundo del colonialismo imperialista y el de la fantasía de los aborígenes, y su extraño cierre en la migración del héroe en la fantasía (algo así como si en The Matrix Neo decidiera quedarse en la matrix).

En la publicación asumí habrían referencias a las duplas particular/universal, lo uno/lo otro, conceptos que anclan y dan directrices sobre la conformación del Nuevo Mundo en la historia de occidente, esas que se materializan en los procesos de modernización e internacionalización, que tanto le han pesado a la historia local. Pero los textos de este seminario ahondaban en más o, para ser más preciso, indagaban en su genética.

Marcos Zapata, "Speculum Justiciae", Catedral de Cuzco, 1755, cortesía Amalia Cross.

Marcos Zapata, “Speculum Justiciae”, Catedral de Cuzco, 1755, cortesía Amalia Cross.

Separado en tres aristas, imaginarios, reproducciones y trazas, el seminario buscaba pensar la construcción del lugar propio de Latinoamérica; el problema de la historia (la creación de su imagen) desde el vestigio y la transición como movimiento constante. Así, el libro transversalmente se focalizaría en un problema: la relación entre imagen, historia e identidad.

¿Otra vez?, pensé. Y fue allí donde recordé la película y el escozor que provocó. Si todavía puede enojar a un comunista ruso o a un afroamericano tales caricaturizaciones, esas referentes a la naturaleza, la revolución, la civilización y la barbarie, es porque el éxito de Avatar comprueba no sólo que esas representaciones operan más de lo imaginado, sino también la lamentable verdad de que efectivamente la imagen no ha perdido ni una pizca de su potencia e influjo (“¡Se los dije, se los dije!” diría Baudrillard). En el texto Žižek dice: “en Orissa no hay nobles princesas esperando que su héroe blanco las seduzca y ayude a su gente, sólo maoístas organizando campesinos hambrientos. El film nos permite practicar una típica división ideológica: simpatizar con los aborígenes idealizados mientras se desestima su lucha real. Las mismas personas que disfrutaron de la película y admiraron a los rebeldes aborígenes con toda seguridad le darían la espalda a los naxalitas, calificándolos como terroristas asesinos.” Avatar recuerda entonces que hay algo, todavía, en esa separación de antología imagen-realidad, que sigue arrastrándonos. Cuando Avatar produce catarsis, dice Žižek, y la realidad de los dramas globales relativos a la violencia imperialista son invisibles, entonces la realidad es sustituida por la imagen, todavía.

Imagen lImagen libro Martín Gusinde  "los Indígenas Fueguinos", 1920, Amalia Cross.

Imagen libro Martín Gusinde “los Indígenas Fueguinos”, Amalia Cross.

En los ensayos aparecerá un núcleo fundamental para pensar el problema, aquello que une y separa la relación entre fotografía y representación. Ya sea desde la identidad del Espíritu en el reducto de lo fotográfico desde Hegel, en Pablo Oyarzún; la inscripción de los archivos historiográficos mapuches de André Menard; las técnicas de reproducción y su asimilación americana en Constanza Acuña; o la relectura del Espacio de Acá de Paz López, es posible leer la vocación señalada. A todos les preocupa tensionar diferentes momentos de la imagen como construcción de identidad, tanto a partir del “trauma originario”, como de la modernización o más bien la lucha de hacerse sujeto de lo moderno: “es la supervivencia de un malestar en la modernización un síntoma en un cuerpo de la historia de progreso” dice Paz López.

Mi interés estaba en encontrar algo que delineara una perspectiva nuclear pese a la diferencia de objetos, cruces y periodos y que hiciera colindar a lo que todas estas personas estaban pensando de estos problemas. Y ahí creo intuí por qué Oyarzún comienza el libro. Oyarzún no puede sino acudir a Hegel para referir al problema de la memoria, debido a su protagonismo en la idea de un destino histórico de occidente, uno donde el Nuevo Mundo no cabía. El autor pensará la fotografía, proyectando lo que diría Hegel sobre ella, como fijación en la discontinuidad del Espíritu, operando allí la memoria como filamento no abstracto de la identidad. Existiría, entonces, un síndrome fundacional y un hambre de identidad, dice, para construir el destino histórico de América. La joven Latinoamérica estaría siempre en un “limbo incómodo” respecto a la memoria, lo que puede verse por ejemplo en el cortocircuito que genera hoy  el ojo eurocéntrico de las fotografías del siglo XIX, al reflejar esa mirada inútil de la diferencia.

Lo que pasará en los textos que siguen será ir subrayando ese “limbo incómodo”. Cuestión que explica que Lezama Lima sea uno de los personajes más citados. Es a él a quien, siguiendo el ensayo de Galende, no es propiamente la identidad ni el origen de lo latinoamericano lo que le interesa, sino los saltos, intervalos, choques violentos de asociaciones y semejanzas, una “constelación suprahistórica que hace estallar los textos y las imágenes por fuera de todo proceso y desarrollo”, dirá Galende.

 

Nury González, "Mercado Negro del Jabón", 1999 (detalle), cortesía Amalia Cross.

Nury González, “Mercado Negro del Jabón”, 1999 (detalle), cortesía Amalia Cross.

Algo graficado preciosamente en el texto de Menard cuando expone que en el archivo mapuche funcionaban formas amplias y heterogéneas de inscripción y soporte –sobre sus cuerpos legajos, con cartas, libros y tratados que atesoraban los mapuches– diferentes al modelo de página en blanco del archivo estatal. Y algo que Acuña destacará cuando habla de la heterogeneidad en la confluencia de saberes y haceres conformados a partir de tradiciones, técnicas, culturas, razas y lenguajes. En América existiría desde la llegada de la imprenta y el grabado una transformación de las categorías para pensar el arte donde conceptos como copia y original tenían un valor distinto del europeo.

Por ello corresponde seguir reflexionando la construcción de la identidad desde los ingresos y traspasos que las imágenes produjeron y producen en los imaginarios. Esto es, más o menos, lo que los textos recuerdan transversalmente: los motivos del porqué de esa relación infinitamente conflictiva que tiene América a la hora de pensar su identidad y sus representaciones. “El colonizado no es una identidad cultural, es la expresión heterogénea en la imagen de formas y emblemas que se citan y rechazan mutuamente”, dice Galende citando a Lezama. Sus ideas están entonces demasiado presentes cuando todavía se coincide en que no basta acreditar que la constante sed de actualidad ha configurado a la región sino que, sobre todo, su identidad está dada por su carácter irreductible e intraducible. La imagen sería aquel reducto que lo atestigua.

Categoría: Crónicas

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