Arte y Crítica

Crónicas - diciembre 2012

Galería Temporal. Lo precario como poética

por Carol Illanes

A propósito del lanzamiento de su primer catálogo, algunas palabras en relación al proyecto galerístico y cómo se instala tanto en relación al contexto artístico local como a la temporalidad en la ciudad.

El pasado miércoles 14 de noviembre el Taller Bloc prestaría sus instalaciones para el lanzamiento del catálogo de Galería Temporal, un proyecto organizado por los hermanos Ángela y Felipe Cura, que consiste en el condicionamiento de una humilde vitrina en el paseo comercial Galería Alessandri, la que sirve de soporte de intervenciones artísticas de un mes de duración. Con un autodeclarado sentido pedagógico-estético, Galería Temporal practica la premisa de la espontaneidad de la recepción del transeúnte no instruido, que capta, dentro de las muchas ofertas al vitrineo, la excepcionalidad de una ofrenda de experiencia estética. Una poética del camuflaje oscilante, tan romanticona como honesta, a partir de la tensión de ser ambas cosas a la vez, desde lo mínimo y lo precario.

El espacio en Bloc se llenó rápidamente ese caluroso día. Se visibilizaba en el interés de los presentes, en su mayoría estudiantes de las escuelas de arte conocidas, la coherencia de la iniciativa: si bien Galería Temporal retoma principios sencillos, muchos que colindan con otros proyectos quizás más pretenciosos y bulliciosos, éstos son llevados afable y coherentemente. Esto era percibido ese día, en una extraña y silenciosa complicidad en los asistentes.

Durante la presentación del catálogo –de formato amable y preciso– varios asuntos importantes fueron comentados, bien improvisadamente, por los presentadores invitados, quienes intentaban en mayor medida valorar la galería a partir su inscripción en un contexto específico. Un contexto dado tanto por un tiempo compartido en la ciudad al cual está sometido el observador; como por las condiciones de producción artísticas que tienden en gran medida a lo efímero: las hostilidades del campo local y las aceleraciones del tiempo histórico obligan, casi espontáneamente, a hacerse positivos ante tanto desamparo. Una doble temporalidad perecedera, de eso que mantiene siempre la experiencia al filo del expiro.

Existe entonces, una apología de la itinerancia pero también, una propuesta como síntoma del medio. Ejercicios como Galería temporal son, en cierto sentido, inevitables. Eso pensaba mientras escuchaba a Pablo Brugnoli hablar sobre la indolencia y las contradicciones arquitectónicas involucradas en la planificación actual, respecto a patrimonios desamparados como las galerías comerciales.

Galería Temporal, Javier Rodríguez "Silent hill", 2012, cortesía Pablo Guerrero

Galería Temporal, Javier Rodríguez “Silent hill”, 2012, cortesía Pablo Guerrero.

Se sentía en el aire, como ya dije, una especie de complicidad en la naturalidad de lo descrito. La propuesta, más que una pretensión de desnaturalización de las lógicas del aparato exhibitivo local, se presentaba como una motivación mucho más simple: buscar tensionar la relación entre el espacio público y los lugares de exhibición a partir de una relación pendular con sus respectivos límites, todo, ante el apogeo modernizante de los recorridos abandonados de Santiago.

Galería Temporal, en ese sentido, me llamó la atención debido a que asume muy lúcidamente su lugar respecto a la genealogía de la itinerancia en el arte local. Se incluye en el catálogo la remisión a la Galería de Artes Visuales H10 , vitrina de un metro cúbico en Valparaíso, propuesta por Vanesa Vásquez en el 2002. Así como la posterior Galería Callejera de Pablo Rojas con una primera versión el 2004 (podríamos referirnos a otros como la mediagua de Hoffmann’s House). Y no así otras tantas, precisamente, porque lo efímero no opera en ellas como matriz, lo que impide que puedan compararse así no más, tales como Galería Daniel Morón, Trafixxx Gallery o incluso lo que fue antes Galería Espora.

Aquí, el asunto del tiempo es en sí cardinal, cómo en esa temporalidad padecida se hace visible un pequeño colapso, siendo paradójicamente el medio para ello la condición objetual del arte como problema. Fue lo que recordó Cristián Silva en sus palabras, la eterna relación problemática del objeto artístico, y cómo la vuelta a su ontología fetichista se instala ante una especie de juego exhibitivo, inagotablemente posible de escenificar.

Otra dimensión, íntimamente relacionada con ese inagotable juego duchampiano se activa también: el reconocimiento del público como vector de “deslímite”, su presencia vaporosa y la realidad mundana que recorta lo exhibido. El público (su condición y carácter, su participación, su respuesta, su interés o desinterés, su integración, su manipulación) se ha vuelto para el arte local un vector piramidal, tanto desde una perspectiva de “hacer”, como una del “aparecer”, es decir, tanto desde la producción de obra como de sus métodos y decisiones de circulación.

Galería Temporal, Martin la Roche, "Plan G", 2011, cortesía Pablo Guerrero

Galería Temporal, Martin la Roche, “Plan G”, 2011, cortesía Pablo Guerrero.

Para identificar gráficamente esta cuestión (recurriendo al uso didáctico de la separación oficial, no-oficial) vemos desde el otro lado, tal como inicio Silva la presentación, un notorio intento de “publicidad” de la mayoría de los espacios tradicionales o más consolidados, mediante estrategias como la “Colección Televisiva” de M100, la “Colección MAC en tránsito” del MAC, el museo abierto MNBA, el karaoke participativo trash metal en Galería Gabriela Mistral (pudiendo remitirnos a unas más viejas, como las audioguías).

Esos esfuerzos representan una resistencia de estos espacios a perder su influencia en términos de recepción, privilegiando con ello un beneficio cuantitativo y evidenciando lo rentables de las masas, es decir, proyectando su exhibición como espacios de inversión mediante un efectismo virulento.

Pero, por otro lado, se produce otro arte, casi de forma natural, como espinas de un cactus, donde la transitoriedad se transforma en recurso, incluso en una poética, tales como en esta Galería, donde se adjudican tímidamente esos recursos para ofrecerse como respiro al diagnóstico epocal y disciplinar del cual son a su vez síntoma.

Vito Aconcci hablaba de ciudades de un año, que algunos arquitectos proyectan se construirán en el futuro, Zygmunt Bauman de los economistas que ven como en segundos se derrumban Estados completos. Pero que todo tienda a un carácter transitorio, que todo, hoy más que nunca, nazca administrando su naturaleza perecedera, sigue empujando al arte a agotar el tiempo, a darle formas a éste y a su crisis.

Categoría: Crónicas

Etiquetas: , , , , , , , , , , , ,