Sobre “Resident Evil”, obras de Javier Rodríguez en el proyecto Museo Sin Muros, Sala de Arte Mall Plaza Vespucio del Museo Nacional de Bellas Artes
Tomaron alimentos esenciales (leche, cereales, aceites, etc.) y destruyeron los sistemas anti-robo y dos cámaras de seguridad, rompieron las registradoras y procedieron a quemar el dinero que estas contenían.
Webguerrillero, “Grecia: anarquistas roban supermercado y queman el dinero”, Kaosenlared.net
La investigación visual realizada por Javier Rodríguez en las áreas del dibujo, la pintura y la instalación ha estado dirigida a cuestionar frontalmente las formas de poder, control y sujeción implementadas por el capitalismo en su actual fase integrada o cultural. En trabajos anteriores, esta problemática ha sido abordada por el artista estableciendo una confrontación entre el aspecto impreciso o borroso de las representaciones tradicionales del arte y el carácter, nítido y espectacular de la imagen publicitaria.
Esencial para comprender estos procesos, es considerar su serie de trabajos previos sobre el ícono de la multinacional Nike. En ellos, la presencia hegemónica de la marca queda desarticulada al ser presentada en contextos periféricos y alterada por fracturas performativas que, finalmente, son representadas en medios de baja intensidad visual: dibujo a carboncillo y pintura al óleo.
Al ver estas obras, se percibe con claridad que la estrategia del artista es articular un retorno a la historia de su oficio. Sin embargo, esta mirada retroactiva no debe ser confundida con una suerte de apego romántico, sino pensarse, más bien, en dos aspectos muy puntuales. El primero de ellos se relaciona con la transformación del relato histórico del arte en una micropolítica que haga posible la reducción de la escala planetaria del poder, haciendo factible –para los espectadores– una experiencia acotada del mismo. El segundo aspecto está vinculado a la recuperación y la puesta en valor del artista, no solo como un individuo crítico que ha decidido ser el testigo por excelencia de las relaciones de sujeción, sino también como el sujeto que ha transformado tal destino en una experiencia de resistencia y liberación.
Resident Evil, la actual exposición de Javier Rodríguez, retoma los tópicos y contenidos recién mencionados, pero los re-elabora desde una perspectiva estética hiperbolizada que, basándose en el videojuego del mismo nombre, acentúa las fantasías ominosas que nutren nuestras biografías políticas particulares. En efecto, lo que desea el artista es mostrarnos lo que está en la base de nuestros miedos, angustias e incertidumbres, así como, sobre todo, darnos a ver el mapa político que subyace a ese conjunto de vivencias inscritas en la negación y el sinsentido. De esta manera, lo que nos plantea se relaciona directamente con la exhibición de aquello que nos impide realizar elecciones que nos conduzcan a ser de otro modo. El artista nos propone mirar críticamente la moral estética que nos gobierna para, desde ese reconocimiento, edificar una ética de características afirmativas o emancipadoras.
Para re-armar dicho sujeto crítico, Rodríguez sabe que debe desarrollar un dispositivo visual que logre interrumpir los procesos de edición subjetiva que operan al interior de la industria de la identidad. Es por ello que, en su instalación adquieren especial relevancia el icono de Nike, la biografía visual del asesino en serie estadounidense Ted Bundy y las fusiones entre mercado, vida, muerte y control biológico encarnadas por la ficticia Corporación Umbrella, perteneciente al universo del videojuego Resident Evil.
Estas figuras e interfaces extraídas de la cultura de masas le sirven al artista para elaborar una pequeña historia del poder; digo “pequeña” porque lo narrado no es otra cosa que la geografía de horrores que traman nuestra identidad social. Para entender estas operaciones es imprescindible reparar en la similitud existente entre, por un lado, las imágenes de archivo rescatadas por el artista de la vida y obra criminal de Ted Bundy y, por otro lado, el material fotográfico que retrata las torturas, las desapariciones y las instancias de represión efectuadas en Chile durante la dictadura militar. Importante también es reparar en los textos que acompañan estas imágenes; fragmentos extraídos de tratados de pintura, ensayos que analizan la función social de la transnacional Nike y citas a las conferencias dadas por Michel Foucault sobre la Ilustración; pues ellos muestran al espectador las claves filosóficas, éticas y estéticas que sostienen y vertebran la actitud crítica del artista.
De manera análoga, el ícono de Nike y su slogan Just do it (“sólo hazlo”) son utilizados por Rodríguez para continuar su micro-relato del poder local, describiendo la evolución de nuestro terrorismo de Estado hacia formas de dominación que ya no requieren desaparecer los cuerpos disidentes al sistema, sino integrarlos en lógicas de consumo que anulen o zombifiquen su voluntad política. Estos aspectos maquínicos del poder han sido puestos en tensión por el artista al ser mediatizados por mecanismos de representación de alto impacto visual pero de medialidad precaria.
En efecto, el uso de maderas de pino sin cepillar, papel de imprenta y carboncillo vegetal en la parte gráfica de su exposición, más la elaboración de una maqueta en cartón y cinta de pegar que alude en términos informales a las pinturas “Cazadores sobre la Nieve” y “El Triunfo de la Muerte”, de Pieter Bruegel, traman un metalenguaje visual cuyo arraigo periférico remite a vivencias de extrema fragilidad y vulnerabilidad. El poder se nutre de nuestras debilidades pero, por lo mismo, pareciera encontrar en estas zonas de delgadez material, un revés paradójico e irrepresentable.
El 13 de agosto de 2012, anarquistas griegos asaltan un supermercado quemando a la salida el dinero extraído de las cajas registradoras; su acción cruza las pantallas de todo el mundo mostrando un atentado directo al cuerpo material del capital. Javier Rodríguez dibuja con madera quemada sobre papeles altamente inflamables. Su gesto no es tan distinto del acto perpetrado por los anarquistas griegos: entre un evento y el otro se tejen parecidos y diferencias, pero por sobre todo se asoma, entre uno y otro, la necesidad de transformar los signos del poder en diagramas de emancipación.
La exposición Resident Evil, de este modo, apela en forma directa al tema del poder, pero apuntando especialmente a crear un sistema en el cual su escala planetaria o global, impensable desde el punto de vista individual, sea reducida y por ende se torne vulnerable a procesos de crítica y desconstrucción local. Este gesto de alteración, no obstante, no debe ser entendido como una disminución de la fuerza implícita en los procesos de sujeción, sino como la manera en que dichas fuerzas invisibles e inconmensurables son cartografiadas y maqueteadas por el artista, de manera que puedan acceder a planos de representación que operen en escala humana.
Lo interesante de la propuesta de Javier Rodríguez, a diferencia de las de otros artistas que problematizan las contradicciones implícitas en los procesos de globalización, es que en sus trabajos no sólo podemos identificar una actitud crítica, sino, sobre todo, podemos encontrar una perspectiva poética y política que entiende el arte como un proceso personal y colectivo de emancipación. En efecto, el artista pareciera estar muy consciente de que la praxis artística nos exige primero realizar un acto político de apropiación y transformación de sí, pues sin ello la obra dejaría de ser un testimonio de nuestros encuentros agonales con el poder, para convertirse en un mero objeto técnico destinado a consolidar la total desaparición del sujeto crítico. Desde este punto de vista, Resident Evil no es tanto la exposición de los últimos trabajos de arte realizados por Javier Rodríguez como la organización, en un espacio público ad hoc, de las acciones que efectúa el artista cotidianamente para visualizar la posición que ocupa en una sociedad edificada en juegos asimétricos de poder.