Arte y Crítica

Críticas de Arte - diciembre 2012

El gran Concón: “Dicen que somos el atraso” en Galería Gabriela Mistral

por Juan José Santos

¿Cuál es entonces la respuesta ante quienes enuncian que somos el atraso? ¿negarlo y mostrar obras que demuestren que somos el progreso? ¿darles la razón enseñando piezas anacrónicas o inferiores? A tenor de las voces de los tres artistas seleccionados, la postura es un encogimiento de hombros: somos lo que somos.

Hace unos meses, mediante una conferencia, la Galería Gabriela Mistral anunció el ciclo de exposiciones de artistas locales seleccionados por el curador peruano Rodrigo Quijano y el argentino Rodrigo Alonso. Mis cejas se levantaron como las barreras de un peaje.

La estrategia de traer a un curador extranjero para seleccionar a artistas locales sin un asesoramiento nacional es un error, tal y como describe con acierto Gerardo Mosquera en su última selección de textos “Caminar con el diablo”. Desconocimiento, traducciones incorrectas, mesianismo, y revelación de complejos de inferioridad son el diagnóstico de este tipo de desventuras. ¿Acaso no hay curadores en Chile? (nota para un artículo). No seamos tan negativos –pensé–, quizás tendrán un asesoramiento, aunque sea clandestino, y puede incluso que su conocimiento de la cartografía chilena sea más amplio que el prejuzgado. Desmentido.

Más adelante, en dicha charla pública, Rodrigo Alonso afirma que tiene dos semanas para tragarse todos los dossiers que le han llegado de artistas chilenos. No viene al caso, pero en la misma presentación habló de Adrián Villar Rojas, el artista argentino que llevó a la Bienal de Venecia, quien se auto-corona cual Napoleón como el Jeff Koons de Latinoamérica. Espero la lógica reprimenda del doctor Alonso hacía su jovencito Frankenstein. Ésta no llega. Mis cejas saltan como dos gatos asustados. Calmo a mis temblorosos felinos con el siguiente mantra; tranquilos, confiad, esperen a ver las exposiciones que montan, quizás sean interesantes.

Exposición "Dicen que somos el atraso", 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral

Exposición “Dicen que somos el atraso”, 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral.

De lo visto hasta ahora solo puedo ensalzar la propuesta, la mutación múltiple de herramientas de trabajo, remitiendo a un concepto de colectividad y solidaridad, ya mostrada en la Feria Cha.Co, de la joven Camila Ramírez. Y denunciar la absoluta desconexión e incoherencia de las exhibiciones, así como su irregular calidad. Motivos que hacen que cada vez con mayor apremio, sean necesarios proyectos expositivos que graviten entorno a una misma tesis y no una acumulación desordenada de obras divergentes. Pero me centraré en la propuesta de Rodrigo Quijano, “Dicen que somos el atraso”.

La promesa de un eje central que unifica las tres propuestas de la exposición me tranquiliza. El título es prestado por el poeta peruano José María Arguedas; “Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor”.

La intención es pues englobar obras con ese cauce común; afrontar y afrentar el discurso hegemónico. ¿Cuál es entonces la respuesta ante quienes enuncian que somos el atraso? ¿negarlo y mostrar obras que demuestren que somos el progreso? ¿darles la razón enseñando piezas anacrónicas o inferiores? A tenor de las voces de los tres artistas seleccionados, la postura es un encogimiento de hombros: somos lo que somos. Acerca de la promesa inicial, encuentro un hilo argumental del cual aferrarse, pero dudo que soporte el peso. Las escenas de los tres artistas efectivamente enfocan hacía la marginalidad, la baja tecnología, la permanencia de lo temporal. Sin embargo, tanto por lo visual como por la intencionalidad, cada uno de los paisajes mira hacia un punto cardinal distinto.

La artista de origen griego María Karantzi propone una instalación in situ, “Afinar lo desafinable”, donde se conjugan la baja tecnología con elementos cotidianos. Lo casero, lo familiar, y también desperdicios se entrelazan para crear un planetario sub-americano. Diversos objetos esparcidos por el suelo funcionan como anclas de una circunferencia de plástico transparente que amenaza con sobre volar el techo de la galería. Una poesía de lo mundano, una revisión de lo utópico, la esperanza entre el escombro.

“Afinar lo desafinable” es un intento de descubrir la fantasía en el detritus, con una línea ética que se desmarca de la mostrada por Foschino, cuya interpretación es más contemplativa, y de la de Galería Daniel Morón, la cara lúdica de lo periférico. Por no insistir en lo puramente estético, la baja tecnología compartiendo sala con la alta de los vídeos de Gianfranco Foschino. La evolución de Karantzi, francamente ejemplar por lo coherente, así como la sintonía entre lo que quiere transmitir y los elementos seleccionados para realizar esa transmisión son elogiables. Aunque el resultado final, subrayado por la citada arbitrariedad de la actual muestra, palidece. El globo pierde altura. Sus anteriores piezas artísticas emplazadas al aire libre me resultan más sugerentes y sobre todo, idóneas, a pesar de su exagerada falta de pretensiones. Un aporte poco llamativo que ha de evolucionar en calado y profundidad.

Exposición "Dicen que somos el atraso", 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral

Exposición “Dicen que somos el atraso”, 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral.

Foschino dobla la apuesta con “La Espera” y “QEPD”. En el primer video, proyectado sobre la pared, un plano fijo atestigua el acontecer en una parada de micro durante varios minutos. Según pasa el tiempo, diversas sensaciones, emociones y pensamientos acuden a mi mente mientras miro el vídeo sentado en el banco situado en la galería. Vuelvo a verlo y ese tropel de sugerencias se multiplica. En principio pienso en el tipo de comunicación e interacción que se establece en un lugar temporal, una parada de autobús, entre la gente que espera y los paseantes que se cruzan. Puedo sublimar esa interrelación y dirigir el símil hacia asentamientos levantados con carácter temporal, y que finalmente se han establecido como permanentes. Puedo verme reflejado en la proyección; yo, sentado en un banco, esperando. La identificación se consigue dependiendo de la empatía del espectador. Observo a los personajes incluidos en el encuadre; son gente de estratos sociales bajos, de todas las edades, casi todos provenientes del mercado. Acaban de hacer la compra y se disponen a regresar a sus hogares, no hay prisa. Hasta tal punto que parece que alguno de sus protagonistas no está esperando a la micro: vive en ese paradero.

De nuevo puedo jugar a la alegoría: la clase baja que vive en un asentamiento permanente, la clase baja que espera sin esperanza. El carácter eterno de lo efímero. El pesimismo es rebatido por algún ciudadano que alarga el cuello buscando la llegada del transporte, cuando su cabeza mira fuera de campo, la luz del sol le alumbra. Una mujer sentada da de mamar a su bebé; la referencia a la escultura clásica, la Virgen de la Teta de la iconografía occidental. Por supuesto todo ello son elucubraciones, estímulos forzados por un espectador predispuesto, no por el artista que tan solo ha colocado una cámara frente a una parada de micro. Infravaloramos la intencionalidad de Foschino, que no encuadra una escena al azar ni una temporalidad al arbitrio. Existe una búsqueda del suspense –la acción está fuera de campo, inquietud por saber cuando llega la micro, si va a ocurrir alguna acción imprevista…– y un acercamiento a un tema trascendental, la esperanza, desde una óptica contemporánea. Lo mismo, aunque con menor fortuna, es retratado en el vídeo “QEPD”. La salida de iglesia de la comitiva de un funeral filmada con un plano fijo sin editar. En esta ocasión fracasa el sortilegio; la escena es excesivamente teatral, dramatizada, a pesar de ser real. El único hecho fuera de contexto es el personaje final: un hombre que está grabando el funeral, se queda solo e intenta entrar en la iglesia una vez se ha despejado el lugar. Ello no desgasta la presencia de los trabajos visuales -que no audiovisuales, nunca hay sonido- de Foschino en la producción chilena: uno de los mejores exponentes de video arte actual a nivel nacional.

Exposición "Dicen que somos el atraso", 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral

Exposición “Dicen que somos el atraso”, 2012, cortesía Galería Gabriela Mistral.

La última propuesta es otra instalación in situ: la Galería Daniel Morón, compuesta por Fabiola Alarcón, Enrique Flores, Sebastián Salfate e Ignacio Wong. Dicho colectivo simula una galería sin espacio, compuesta por exhibiciones de obras de los mismos creadores de la galería. El gran Concón en versión arte contemporáneo. Un proyecto alternativo auto-refencial, adaptable, discontinuo y paródico. El gran Concón es un animal mitológico ideado por Woody Allen; un híbrido compuesto por el cuerpo de un león y la cabeza de un león, pero de otro león distinto. El gran Morón funciona de manera análoga; una galería virtual fundada por cuatro miembros que expone creaciones de esos mismos cuatro miembros. En principio, el que aparezcan iniciativas distintas, alternativas al circuito establecido, es de apreciar y valorar. Echando un vistazo al curriculum de esta Galería Daniel Morón, tenemos que retirar el saludo. Ideas huecas, parodias fracasadas (no hay nada peor), auto-felaciones en bucle, insustancialidades varias. Algo así como un Off Chac-off enorgulleciéndose de su carácter Off usando estrategias On. Su instalación en la muestra es una recreación de un espacio metalero en el interior de la galería, reproduciendo la imaginería y añadiendo la posibilidad de participar en un karaoke de temas heavies. En “Thrash Metal” el colectivo quiere homenajear a los fanáticos de ese tipo de música, circunscribiéndolos a lo periférico y lo marginal (otro error). Su abordaje de una galería institucional –una galería dentro de una galería: gran Concón al cuadrado– es aceptado como una travesura infantil, en nombre de la ironía y el sarcasmo. Dicha posibilidad se desactiva cuando te encuentras introducido en ese escenario metalero y ves a los espectadores vagar por el espacio con cara anodina, circunspecta o directamente, aburrida.

Esperemos que la próxima aportación de la Galería Gabriela Mistral esté más vinculada y cohesionada, galería que por cierto actúa como otro híbrido de cuerpo de león (privado) y cabeza de león, pero de un león distinto (público), con lo que nos topamos con un inquietante caso de gran Concón al cubo, o para ser rigurosos, de un circense ligre, un tigre con peluca. Pero eso será para otro artículo, tengo demasiado trabajo buscando mis cejas, mientras desmiento que me esté sometiendo a quimio.

 

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