Arte y crítica

4Casi famosos: Lo mejor y lo peor del 2012
Críticas de Arte - enero 2013

Compensaciones museales. Sobre las retrospectivas de Nicanor Plaza y Dinora Doudtchitzky

por Matías Allende

Plaza en el MNBA y Doudtchitzky en el MAC, fueron muestras tan desequilibradas como la desigualdad presente en una lectura comparativa entre ellas. Un trama de aciertos y desaciertos, que no pasa por las obras sino por decisiones curatoriales, museográficas y de producción, que se hilvana más con las instituciones que con los artistas.

El año recién pasado presentó, tal vez como nunca antes, una cantidad de muestras en espacios muchas veces no reconocidos y con tácticas de visibilidad algo novedosas, sin embargo, en la mayoría de los casos, infructíferas. Sí, pareciera ser que la infraestructura que otorga la institucionalidad cultural continúa siendo el espacio reconocible y accesible para un público que no se relaciona frecuentemente con las artes visuales. Son también estas instituciones las que, respondiendo al cometido republicano que les impulsa, evidencian la historia de la plástica nacional, tejiendo el telar de la producción visual de Chile, lo que se agradece.

La tarea de conformar un discurso historiográfico del arte nacional no pasa, solamente, por renovar y exhumar cuerpos de obra de períodos distintos y distantes. Lo anterior, por supuesto, suena de Perogrullo; pero sin embargo, solo suena. Pues –no enfrascándome en la típica prórroga de una nueva y constante producción de literatura en la disciplina–, es la disposición de las obras, nuevamente, bajo miradas reflexivas y museográficas novedosas, lo que da frescura a los destacados –pero muchas veces desconocidos– exponentes de la plástica nacional.

Una de las tareas de los museos es actualizar y visibilizar sus colecciones. Las piezas elaboran discursos sobre estas mismas instituciones y configuran las relaciones que operan en los organismos constituyentes, su magma primordial, lo primero, lo fundacional. Los dos museos más importantes de nuestro país, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y El Museo de Arte Contemporáneo (MAC), son poseedores de colecciones riquísimas que pocas veces tenemos la suerte de atestiguar (ello por la carencia de un catálogo razonado que permita el conocimiento cabal de las obras en propiedad, lo que nos coloca en el peligroso lugar de “los supuestos”).

Nicanor Plaza, "Caupolicán", 2012, Cortesía MNBA.

Nicanor Plaza, “Caupolicán”, 2012, cortesía MNBA.

Pero volviendo a lo que nos convoca, ambos museos prometieron durante el año pasado dos muestras retrospectivas importantes, la de Nicanor Plaza en el MNBA y la de Dinora Doudtchitzky en el MAC sede Parque Forestal. Ahora bien, ¿fueron las expectativas satisfechas?, ¿la calidad de las muestras logra conquistar a un público no cautivo de las instituciones?, y finalmente ¿Plaza o Doudtchitzky recibieron los laureles meritorios dentro de las muestras acontecidas este año?

Entre el 18 de mayo y el 29 de julio, con casi 30 piezas, se iniciaba la primera y más “grande” retrospectiva del padre de la escultura chilena, “Nicanor Plaza. Maestro de escultores”. La curaduría de Francisco Gazitúa y Pedro Zamorano estuvo centrada en demostrar la versatilidad en el uso de los materiales del escultor y la gran labor pedagógica que tuvo en la Academia de Bellas Artes (entre sus estudiantes se cuentan Virginio Arias y Simón González), un objetivo donde la participación en la museografía del arquitecto José Pérez de Arce fue radical. Casi paralelamente, con un mes de desfase y siguiendo la política de rescate patrimonial de los grandes grabadores nacionales, el Museo de Arte Contemporáneo inauguró “Dinora Doudtchitzky. El imaginario persistente”. Nuevamente, la primera retrospectiva a la artista de origen ucraniano radicada en Chile, ayudante de Nemesio Antúnez, una de las fundadoras del Taller 99, maestra en el uso de la técnica Hayter, es decir, una pieza fundamental en el desarrollo del grabado en Chile, sin embargo, una absoluta desconocida. 19 pinturas y 95 grabados conformaron esta exposición que ocupó prácticamente todo el segundo piso del MAC.

Dinora Doudtchitzky, 2012, Cortesía MAC.

Dinora Doudtchitzky, “Sueño”, c. 1960-70, cortesía MAC.

Independiente del carácter curatorial que se imprimió con mayor fuerza en una muestra que en la otra, es el peso de la palabra “retrospectiva” lo que nos interesa. Una exposición de carácter histórico donde se pretende evidenciar el desarrollo del artista, de su producción acompasada con la vida del mismo, una suerte de lectura testimonial desde las obras para el ejecutor, nudo que me gustaría rescatar y que retomaré enseguida. También, hay que tener en cuenta los datos entregados por el diario El Mercurio el 16 de diciembre del 2012 que, en una suerte de recuento, comentaba la cantidad de visitantes que tuvieron las instituciones culturales. En aquel artículo se señaló la cantidad de público y las muestras más visitadas de ambas instituciones, es así como el MNBA es uno de los museos con mayor cantidad de visitas en el país; mientras el MAC, destacaba por ser el caso contrario, los santiaguinos van poco, más si pensamos que dicho museo tiene dos sedes.

En lo anterior radican dos problemas, pues, si como muestras retrospectivas son dispares, son también disímiles en su capacidad de captar público. “Nicanor Plaza. Maestro de escultores” fue una muestra interesante, con una cuidada puesta en escena, donde las piezas Prólogo y Epílogo además de Quimera, estaban dispuestas con un sensual juego de luces, lo que permitía que cada ángulo y detalle en el mármol emergiera y que, a su vez, hiciera que el espectador acondicionara su mirada para contemplar mil veces las obras. Destacaba también una reconstitución del método de Plaza para realizar su pieza más famosa, el Caupolicán, lo que didácticamente fue acertado (fundamentalmente para estudiantes de escultura e historia del arte). Sin embargo, como retrospectiva no funciona que el museo disponga 30 piezas de un escultor inagotable, deja gusto a poco. Tratar de reconstruir su vida, obra y relaciones queda “al debe”.

Por el otro lado, “Dinora Doudtchitzky. El imaginario persistente” fue una experiencia de descubrimiento con una artista interesantísima. Sus unidades cósmicas nos proyectaban un imaginario tan lejano como rico, al igual que sus ciudades fantásticas, las cuales eran mapas de urbanizaciones donde la artista mezclaba una iglesia de Odessa, con un barrio de Buenos Aires y las avenidas de Santiago. Además de un uso de la técnica Hayter como poca gente lo ha logrado. Una vida de producción e investigación que se dispone allí, hermosamente, permitiendo hurgar en la obra de Dinora.

Dinora Doudtchitzky, 2012, Cortesía MAC.

Dinora Doudtchitzky, 2012, cortesía MAC.

Retomando el maldito problema del acceso, ¿qué paso aquí? No digo que la muestra de Nicanor Plaza haya sido un completo fracaso, pero como retrospectiva no cumplió todas las expectativas que generó, mientras que Dinora Doudtchitzky, sí. Pero los claros problemas de captación de audiencia en el MAC no permiten visibilizar una exposición y artista de gran calidad –reconociendo la “desventaja” que Doudtchitzky es mucho menos conocida que Plaza–. El problema no radica en la muestra, sino en general con el museo. Dando la vuelta al edificio, “Maestro de escultores” superó las expectativas de la institución, pero se cae justamente en la infraestructura y disposición de recursos. En ambos casos, no gana ni pierde nadie, sólo se sacan lecciones: ambos museos presentaron falencias cuando expusieron colecciones capitales. Para concluir, queda claro que las retrospectivas como propuestas museográficas necesitan más recursos, tanto para la disposición de las obras como para la captación de público. En este caso Mies van der Rohe se equivoca: no es cierto que “menos es más”, menos es menos, y más es más.

 

 

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Hay 1 comentarios a Compensaciones museales. Sobre las retrospectivas de Nicanor Plaza y Dinora Doudtchitzky

  • José dice:

    Que mal texto. Parece una mala tarea de enseñanza media. mucho dato y poca reflexión lo que, en definitiva, no conduce a nada.

    El uso de términos que el autor, pareciese,  no dimensiona sus sentidos epistemológicos en el supuesto contenido del texto, o bien, simplemente no los entiende o inventa sus significados, en una, francamente, altanería pseudo intelectual, produce un nivel de confusión tal que no se si se quiere entregar una mirada sociológica de lo que pasa con ciertas instituciones, o hacer una critica a las exposiciones mencionadas, o desarrollar una revisión histórica de los artistas citados.
    Ademas, es redundante e hiperbólico al punto de caer en la siutiquería, sobretodo al final de los párrafos, eso de “menos es menos y mas es mas”, realmente, es vomitivo.
    Que mal para Arte y Crítica. Sacaron un pésimo número en cuanto arrastra lo peor de la dimensión televisiva del mundo y, además, publican esto.